Hoy te traigo el resumen de Your Next Conversation, una guía práctica y poderosa de Michael Bungay Stanier sobre cómo tener las conversaciones que realmente importan.
Con un estilo directo y cercano, Stanier nos ayuda a salir de la superficie, afrontar lo que evitamos y generar diálogos que marcan la diferencia, ya sea con un compañero de trabajo, un jefe o alguien cercano.
He dividido el resumen en tres partes, siguiendo la estructura del libro: Dilo con control, Dilo con confianza y Dilo para conectar.
👋 ¡Hola! Soy Jaume. Este resumen no ha sido escrito por inteligencia artificial. Hace tres años que comparto resúmenes de libros para ayudar a más de 5.100 profesionales a mejorar y resolver retos complejos.
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El poder de la siguiente conversación
Muchas veces entendemos una discusión como una batalla que hay que ganar. Pero Your Next Conversation propone un cambio de perspectiva: no se trata de imponerse, sino de comprender al otro. Las emociones que emergen en una conversación no suelen ser desafíos, sino intentos de conexión. Escuchar más allá de las palabras y atender a lo que la otra persona siente es una forma poderosa de acercarse de verdad.
El autor defiende que lo más importante no es la primera conversación, sino la siguiente. La primera suele estar cargada de apariencias: todos queremos caer bien, mostrar nuestra mejor versión. Pero es en las siguientes conversaciones donde se pone a prueba lo que realmente somos, y donde se construye (o se rompe) la confianza. Ahí es donde empieza el verdadero vínculo.
Por eso, en lugar de querer demostrar que tenemos razón, es mejor entrar en cada conversación con la actitud de querer aprender. ¿Qué puedo entender mejor del otro? ¿Qué suposiciones estoy haciendo? ¿Cómo puedo mostrar que he escuchado? Preguntas como estas nos ayudan a marcar objetivos claros y humanos para cada interacción.
Dilo con control
Conoce los estímulos
El autor nos invita a identificar nuestros "triggers", esos estímulos que activan una reacción emocional intensa, normalmente negativa. Frases como “tenemos que hablar” nos ponen en alerta, no porque sepamos lo que va a pasar, sino precisamente porque no lo sabemos. El cerebro interpreta la incertidumbre como una posible amenaza, y ese disparador emocional activa nuestros mecanismos de defensa. Es una reacción humana, moldeada por nuestra personalidad y nuestras experiencias pasadas.
Estos triggers pueden ser físicos o psicológicos. Los físicos son más fáciles de detectar: una persona que invade tu espacio personal, un tono de voz agresivo o un gesto amenazante pueden hacernos sentir en peligro inmediato. Son reacciones instintivas que afectan a nuestra capacidad de comunicarnos con claridad. Pero los más comunes y difíciles de gestionar son los psicológicos, que no tienen que ver con una amenaza física, sino con cómo percibimos lo que se dice o lo que creemos que podría pasar.
Aprender a reconocer estos “triggers” no solo mejora nuestra autoconciencia, sino que también nos permite interpretar mejor las reacciones de los demás.
Controla el momento
Cuando tu respiración se acelera, es una señal de que has entrado en “modo ignición”: el cuerpo se prepara para luchar o huir. Esto conlleva una mayor demanda de oxígeno, el corazón se acelera y, como consecuencia, tu capacidad de pensar y hablar con claridad se reduce. En una conversación difícil, esto puede hacer que reacciones desde el impulso en lugar de desde la calma. Aprender a controlar tu respiración en esos momentos es clave para mantener la compostura y comunicarte con claridad.
El autor propone una técnica sencilla llamada respiración conversacional, que puedes aplicar sin que nadie lo note. Consiste en inhalar lentamente por la nariz durante dos segundos, añadir una inhalación rápida adicional de un segundo, y exhalar por la nariz durante seis segundos. Este patrón, con una exhalación más larga que la inhalación, ayuda a calmar el sistema nervioso y te permite pensar con mayor claridad. Lo ideal es practicarlo mientras escuchas al otro o justo antes de responder.
Juega con los silencios
El silencio, aunque implique ausencia de sonido, no significa ausencia de comunicación. De hecho, es una de las herramientas más poderosas para resolver problemas conversacionales. En entornos profesionales suele temerse que el silencio se interprete como debilidad o falta de preparación, lo que empuja a muchas personas a responder con rapidez, incluso antes de pensar con claridad. Sin embargo, hablar deprisa o llenar los huecos con muletillas revela más inseguridad que sabiduría. El verdadero poder está en tomarse el tiempo necesario antes de hablar: pausar comunica presencia, reflexión y seguridad.
Aprender a usar las pausas transforma la conversación. Te permite elegir tus palabras y reafirmar que tienes el control sobre tu respuesta. Una pausa no solo regula el ritmo de la interacción, sino que refuerza tu credibilidad y da espacio a que tu mensaje tenga más impacto. Incluso el silencio puede ser una respuesta en sí misma: te concede la libertad de decidir si responder o no, desde la calma y no desde la reacción automática.
Además, el silencio funciona como un regulador emocional. Cuando una conversación se intensifica, hacer una pausa puede actuar como un freno que evita que las emociones escalen.
Dilo con confianza
La asertividad es la forma en la que demuestras tu confianza. Mientras que la confianza es algo que sientes por dentro, la asertividad es lo que haces con esa confianza por fuera. Es confianza en movimiento. Se nota en cómo hablas y en cómo te afirmas al decir lo que piensas.
El autor nos deja con cinco lecciones magníficas para practicar la asertividad:
Lección 1: Cada palabra cuenta
Más allá de los consejos sobre cómo comunicarte con seguridad, lo más importante es cómo eliges tus palabras. Cada palabra que usas —en un email, un mensaje o una conversación— influye directamente en cómo te perciben los demás.
Las acciones hablan fuerte, sí, pero las palabras también tienen poder. Tus palabras reflejan tu personalidad, tu reputación y tu carácter.
Por ejemplo, mira este email a un compañero de trabajo:
– “Solo quería comentar el esquema.”
Ahora, quitamos una palabra:
– “Quería comentar el esquema.”
¿Notas la diferencia? La primera frase suena insegura, como si pidieras permiso o no quisieras molestar. La segunda transmite claridad y seguridad.
Lección 2: Expresa lo que necesitas sin disculparte
Imagina que eres tu propio abogado. Tu trabajo es defender lo que tú necesitas, porque si no lo haces tú, nadie lo hará. Habla con claridad y firmeza, como lo harías por alguien a quien quieres proteger.
Evita disculparte por existir. En vez de decir “perdón por molestarte”, di “gracias por tu ayuda”.
Pedir lo que necesitas con respeto no es ser una molestia, es valorarte.
Lección 3: Habla solo cuando importe
En muchas reuniones, suele haber alguien que habla mucho sin aportar soluciones, solo criticando y frenando el progreso. Esa actitud no ayuda y genera tensiones innecesarias, alargando el tiempo y dificultando tomar decisiones.
La diferencia entre alguien inseguro y alguien confiado se nota en cuánto sienten que deben hablar. Las personas inseguras quieren demostrar todo el tiempo lo inteligentes o valiosas que son, por eso no se callan. Necesitan impresionar. En cambio, las personas seguras no sienten esa presión.
La verdadera confianza se ve en el silencio. Escuchan, observan, piensan. No necesitan demostrar nada, porque ya se sienten suficientes.
Lección 4: Di menos
En la comunicación, menos es más. Cuando hablas con pocas palabras, tu mensaje es más claro y tiene más fuerza.
Piensa en la conversación como una cuestión de oferta y demanda. Cuando hay demasiadas palabras, la gente pierde interés y el valor de lo que dices baja. Pero si usas pocas palabras, cada una gana importancia y la gente presta más atención.
Cada palabra cuenta. Si hablas demasiado, saturas la conversación y haces que los demás desconecten. Hablar con economía de palabras mantiene el interés y aumenta el impacto de lo que dices.
Lección 5: Cuando dudes, apóyate en tu experiencia
Muchas veces, especialmente en el trabajo, te harán preguntas que no sabes cómo responder. En esos momentos, en lugar de quedarte paralizado, usa un lenguaje seguro basado en tu experiencia:
"No me he encontrado con esto antes."
"En mi experiencia..."
"En el pasado, he..."
Apoyarte en lo que ya conoces te da una base sólida para responder, incluso si no tienes la respuesta exacta en ese momento. No hay problema en decir "no sé". De hecho, admitir que no sabes algo demuestra honestidad y humildad, lo cual genera confianza. Luego, comprométete a investigar o comparte algo relacionado que sí conozcas. Así muestras que eres proactivo y que usas tu experiencia para enfrentar situaciones inciertas.
Dilo para conectar
Enmarca tu diálogo
Para empezar bien una conversación importante, es clave enmarcarla desde el principio. Di con claridad de qué quieres hablar y cuál es el objetivo. Puedes decir: “Quiero hablar contigo sobre lo que pasó en la reunión” o “Necesito que hablemos de los planes del martes”. También conviene decir cómo te gustaría que termine la conversación, como: “Quiero que esto nos ayude a trabajar mejor juntos”.
Después, pide a la otra persona que acepte ese marco. Frases como “¿Te parece bien?” o “¿Estamos de acuerdo en eso?” ayudan a crear un terreno común. Tener un tema claro y un marco definido evita distracciones, reduce tensiones y hace que el diálogo sea más fácil y útil para los dos.
Por qué la defensividad rompe la conexión
La defensividad es uno de los mayores obstáculos para mantener una conexión efectiva en cualquier conversación. Cuando alguien se pone a la defensiva, se activa una reacción de estrés que genera que se cierren, suban barreras y se evite el diálogo real, manifestándose a través de interrupciones, ataques personales o desestimación de la opinión del otro.
Estas respuestas defensivas suelen comenzar con “tú”, señalando al otro en lugar de abordar el problema con calma. Este comportamiento rompe la comunicación y dificulta resolver conflictos, ya que convierte el intercambio en un enfrentamiento personal en lugar de una oportunidad para entenderse y avanzar.
Evita la defensividad así
Para no ponerte a la defensiva, primero detente y respira profundo durante unos segundos antes de responder. Ese pequeño silencio ayuda a que tu cuerpo se calme y no reaccione de inmediato. Luego, imagina que las palabras de la otra persona caen al suelo y decide si realmente vale la pena recogerlas o dejarlas pasar. Finalmente, cambia tu enfoque y pregúntate qué está motivando a esa persona a decir eso, busca entender en lugar de reaccionar.
Para evitar que la otra persona se ponga a la defensiva, comienza tus frases con “yo” en lugar de “tú”, así enfocas lo que sientes y piensas sin que suene a acusación. Por ejemplo, en vez de decir “Tú siempre miras el teléfono”, di “Me gusta cuando compartimos tiempo sin pantallas”. También cambia las preguntas que empiezan con “¿Por qué...?” por “¿Qué?”, “¿Cuándo?” o “¿Cómo?” para que no suenen a cuestionamiento personal. Y por último, reconoce primero lo que la otra persona dice o siente antes de dar tu opinión, para que se sientan escuchados y la conversación pueda seguir abierta y respetuosa.
Conclusión
Te dejo con cinco puntos clave para que puedas aplicar los conceptos de la edición de hoy:
1. Empieza cada conversación con intención.
Antes de hablar, enmarca la conversación: di de qué quieres hablar, cómo esperas que termine y asegúrate de que la otra persona esté de acuerdo. Esto genera claridad, respeto mutuo y evita malentendidos desde el principio.
2. Di menos, pero con más peso.
No hables por hablar. Cuantas más palabras usas, menos valor tienen. Hablar con intención, ser claro y conciso, te hace ver más seguro y aumenta tu credibilidad.
3. Defiende tus necesidades sin pedir perdón por existir.
No tienes que justificar cada cosa que sientes o necesitas. Usa frases directas como "quiero", "prefiero" o "necesito" sin adornarlas con disculpas innecesarias. Agradece en vez de pedir perdón.
4. Domina tu lenguaje en los momentos difíciles.
Cuando sientas que te pones a la defensiva, haz una pausa, respira, deja que las palabras caigan al suelo y pregúntate qué hay detrás. Habla desde el “yo”, no desde el “tú”. Validar antes de responder abre la puerta a un diálogo real.
5. Habla con confianza, incluso si no tienes todas las respuestas.
No necesitas saberlo todo para comunicarte con seguridad. Puedes apoyarte en tu experiencia pasada, admitir lo que no sabes y mostrar disposición para aprender. Una frase como “Estoy convencido de que…” cambia la percepción sobre ti.
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Gracias por este contenido.